Sí, Jauja está más cerca de lo que podamos pensar.
Algunos escritores, sobre todo los más ligados al realismo mágico, construyeron en las páginas de sus libros territorios míticos (Macondo, Comala, Santa María, Yoknapatawpha), aunque esa fantasía ya existía desde antiguo en el imaginario del español popular.
Fueron los árabes los que dan ese nombre (con el significado de paso, pasillo, pasadizo) a un lugar habitado en Córdoba, pero la popularidad de la leyenda vino con el dramaturgo Lope de Rueda, que en 1547 publica el paso titulado «La tierra de Jauja», donde unos buscavidas engañan al tontorrón de Mendrugo al decir que «En la tierra de Jauja hay un río de miel y otro de leche, y entre río y río hay una fuente de mantequilla y requesones, y caen en el río de la miel», y también «un lugar en donde pagan a los hombres por dormir» o «una tierra en donde azotan a los hombres que se empeñan en trabajar».
La leyenda de una tierra paradisíaca tan fértil y rica ya la llevaban grabada en sus cabezas los hombres de Pizarro cuando en 1534 no tuvieron problemas al bautizar con el nombre de Jauja a una de las tierras más prósperas del virreinato de Perú.
Pero no es necesario ir tan lejos. En Asturias también tuvimos ese lugar idealizado, aunque eso ya forma parte de un pasado reciente. Los restos pueden verse en Pola de Siero, en el Bar Jauja:
Está situado en la antigua carretera general, hoy semivacía. Seguramente, en sus mejores tiempos, muchos pasajeros se detuvieron en este sitio atraídos por la magia del nombre. Son otros tiempos, otras inquietudes, otros sueños, pero hechos de la misma sustancia, con las mismas ilusiones, y con los mismos recuerdos.
Tempus fugit
Deja una respuesta