PSIQUIATRÍA Y LITERATURA EN EL QUIJOTE

La figura de Don Quijote, una anacrónico caballero andante que pierde el juicio por la lectura de libros sobre pendencias, batallas, desafíos, requiebros, amores, tormentos y disparates imposibles atrajo inmediatamente la atención de la Psiquiatría, que desde el primer momento lo toma como sujeto típico en su análisis.

A Sigmund Freud le interesaba tanto este personaje que estudió español para leerlo en su lengua original, aunque todavía le gustó más EL COLOQUIO DE LOS PERROS, en la que dos canes que han recibido repentinamente el don del habla se intercambian experiencias y reflexiones y comentan los recuerdos que guardan en el fondo de la memoria y que sólo de tarde en tarde salen a la luz. Freud comentó posteriormente que muchos de los conceptos desarrollados en su teoría del psicoanálisis los debía a sus lecturas de las obras cervantinas y reconoció abiertamente que las ideas del escritor español ejercieron gran influencia sobre él.

En España, el psiquiatra Francisco Alonso Fernández (catedrático de la Complutense y miembro de la Real Academia Nacional de Medicina) dice en El Quijote y su laberinto vital : «El Quijote es una novela psicopatológica protagonizada por un enfermo mental» .

¿Qué características tiene su enfermedad?

Según el doctor, es un usurpador porque le arrebató el nombre a Alonso Quijano

Sufre trastorno bipolar —lo que también se llama trastorno maníaco-depresivo. De ahí que tenga comportamientos dispares entre la locura y la cordura.

Según el doctor Alonso, el delirio de grandeza que sufre el hidalgo manchego —creer que es el mejor caballero andante del mundo— le conduce a una metamorfosis que transforma su personalidad. Así, el hidalgo Alonso Quijano se convierte en el caballero Don Quijote y cambia de rasgos psíquicos, sociales e incluso físicos, porque el protagonista se siente más fuerte, más poderoso, más noble y más importante a raíz de la transformación. Por otra parte, el Don Quijote que acaba de nacer sufre delirios que no sólo le transforman a él, sino también al mundo que lo rodea, es el caso del ventero que se convierte en alcaide de un castillo, los molinos en gigantes, la bacía de barbero en un yelmo finísimo o la misma ínsula de Barataria.

Otra característica de su enfermedad es la hipomanía, la tendencia a desprenderse de propiedades y a realizar grandes gastos, como ocurre cuando empieza a vender sus propiedades para aumentar su biblioteca.

Además, el protagonista padece brotes psicóticos que le provocan una distorsión de la realidad que posteriormente remite. Después de ver los molinos como gigantes, los vuelve a contemplar tal como son (aunque siga pensando que él tenía razón y que eran gigantes). Si en el episodio de los molinos o en el de los batanes la imaginación del hidalgo podría pasar por pura extravagancia, en el caso de las figurillas del retablo de maese Pedro se produce ya una distorsión total de la realidad, y ése es uno de los elementos reveladores de una grave enfermedad mental psicótica, según el análisis del doctor Alonso. Se trata de unos muñecos que un titiritero ambulante lleva de pueblo en pueblo y que representan la historia amorosa de Gaiferos y Melisendra. Don Quijote los toma por personajes reales, lo que le empuja a destrozar el teatrillo del pobre cómico.

Hasta el final de la obra continúan las demostraciones de locura de Don Quijote, quien sólo recobra la lucidez y la paz durante el breve periodo que precede a su muerte. Para Alonso Fernández, éste es uno de los rasgos más esclarecedores de la novela. «Es un detalle muy importante que nos revela el grado de conocimiento que tenía Cervantes acerca de las enfermedades mentales. Don Quijote recobra su identidad cuando sufre una afección febril grave». En círculos médicos era sabido, explica el experto, que había trastornos mentales que se recuperaban cuando sobrevenía una afección corporal de cierta gravedad, sobre todo un proceso febril. «Tanto es así que hasta bien avanzado el siglo pasado se provocaba la fiebre para combatir cuadros de tipo hipomaníaco. Era un método que se llamaba piretoterapia —terapia por la fiebre—, y es evidente que se trata de algo bien conocido por Cervantes», añade. Lo cierto es que en medicina muchas veces se conocen los hechos, pero no los mecanismos que los originan. «Se sabe que con la fiebre se normaliza el funcionamiento cerebral y que la personalidad del paciente experimenta vivencias de preocupación por su estado físico que le apartan de su delirio».

Según el psiquiatra, Cervantes sabe de lo que escribe porque su padre había sido cirujano y por tanto conocía la práctica médica que aplica al caballero andante y también al protagonista de El Licenciado Vidriera, otro caso en el que el protagonista padece una enfermedad mental.

Otra posición más moderada dentro de la Psiquiatría la defiende Carlos Castilla del Pino en su libro Cordura y locura en Cervantes (Ed. Península). En su opinión, lo único que pretendió Cervantes fue reflejar los intentos de su personaje por llevar a la práctica lo que deseaba en su fantasía. Su perspectiva es diametralmente opuesta a la de Alonso Fernández: “El novelista hace lo que le da la gana con sus personajes de ficción y no podemos atribuirles una categoría diagnóstica”.

Carlos Castilla del Pino dice que El Quijote es un personaje delirante, una enfermedad que surge en la madurez y que tiene que ver con las frustraciones de la vida, la falta de reconocimiento social.

La figura del ingenioso, valiente, famoso y enamorado caballero cambia totalmente si lo observamos desde una óptica exclusivamente literaria. Para ello nos vamos a detener en el capítulo XXV de la primera parte, que lleva como título: Que trata de las extrañas cosas que en Sierra Morena sucedieron al valiente caballero de la Mancha y de la imitación que hizo a la penitencia de Beltenebros.

Efectivamente, Don Quijote imita a los caballeros andantes de las novelas que él admiraba, en especial a Amadís de Gaula. Este cambia de nombre a Beltenebros porque no se siente correspondido por el amor de Oriana y se retira a hacer penitencia en Peña Pobre. Don Quijote hace lo mismo, lo imita, cambia el nombre a Caballero de la Triste Figura y se retira a Sierra Morena.

Frente a ese mundo literario que el protagonista imita, surgen las preguntas desde la realidad, las que le formula su escudero:

Sancho Panza: ¿qué es lo que vuestra merced quiere hacer en este tan remoto lugar?

A lo que responde don Quijote: quiero imitar a Amadís haciendo aquí del desesperado…

Sancho vuelve a la carga desde la realidad: ¿qué causa tiene para volverse loco?, ¿qué dama le ha desdeñado o qué señales ha hallado que le den a entender que la señora Dulcinea del Toboso ha hecho alguna niñería con moro o cristiano?

Ahí está el punto -respondió don Quijote-, y esa es la fineza de mi negocio, … el toque está en desatinar sin ocasión y dar a entender a mi dama que, si en seco hago esto, ¿qué hiciera en mojado?

Cuando le dice Sancho que a Quijote no lo despreció ninguna dama responde el caballero andante:

—Sí, que no todos los poetas que alaban damas debajo de un nombre que ellos a su albedrío les ponen, es verdad que las tienen. ¿Piensas tú que las Amarilis, las Filis, las Silvias, las Dianas, las Galateas, las Fílidas y otras tales de que los libros, los romances, las tiendas de los barberos, los teatros de las comedias están llenos, fueron verdaderamente damas de carne y hueso, y de aquellos que las celebran y celebraron? No, por cierto, sino que las más se las fingen por dar subjeto a sus versos y porque los tengan por enamorados y por hombres que tienen valor para serlo.

Después, el caballero expresa una de sus confesiones amorosas más notables:

—Y así, bástame a mí pensar y creer que la buena de Aldonza Lorenzo es hermosa y honesta, y en lo del linaje, importa poco, que no han de ir a hacer la información dél para darle algún hábito, y yo me hago cuenta que es la más alta princesa del mundo. Porque has de saber, Sancho, si no lo sabes, que dos cosas solas incitan a amar, más que otras, que son la mucha hermosura y la buena fama, y estas dos cosas se hallan consumadamente en Dulcinea, porque en ser hermosa, ninguna le iguala, y en la buena fama, pocas le llegan. Y para concluir con todo, yo imagino que todo lo que digo es así, sin que sobre ni falte nada, y píntola en mi imaginación como la deseo, así en la belleza como en la principalidad.

De manera que el caballero reconoce ante Sancho que Dulcinea del Toboso es una invención suya, y que Aldonza Lorenzo es una campesina que no tiene la formación adecuada para poder leer la carta que le va a  enviar.

La relación que establece con Dulcinea del Toboso es la típica del amor cortés: elección de un nombre de moda en este tipo de literatura (Galatea, Melibea), Idealización de un amor inalcanzable y no correspondido que se entiende como una forma de vasallaje feudal, procedencia de un linaje lejano y supremo, así como la belleza y virtud que siempre acompañan a las damas por las que se lucha y se muere.

Pero todavía hay otra señal en este capítulo que nos permite entender que el caballero es una persona totalmente cuerda que actúa movido exclusivamente por el afán de imitar a sus héroes. Escribe dos cartas desde Sierra Morena.

Una se la envía a Dulcinea con la prosa del canon caballeresco, arcaizante y artificiosa, la firma con el nombre del Caballero de la Triste Figura. La otra, con una prosa común, comercial, se la envía a su sobrina para que le despache tres burros a Sancho y no la firma, solo la rubrica porque le dice a Sancho que con eso es suficiente porque tiene la suficiente credibilidad para su familiar. Si la tuviera que firmar, solo podría poner Alonso Quijano, su verdadero nombre.

En la redacción de estas dos cartas queda claro el estado mental del protagonista, capaz de distinguir situaciones, de diferenciar la realidad de la ficción, de separar el mundo que le rodea de la literatura que él imita y que el autor ridiculiza.

 

–Exposición ofrecida en las XVII Jornadas Literarias en Pravia organizadas por la Asociación de Escritores de Asturias el 14 de octubre.

–Los dibujos que acompañan al texto son de Gustavo Doré

 

 

 

 

 

 

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