El monte Naranco se eleva como un ángel protector sobre la ciudad de Oviedo. En la ladera más soleada el rey de una corte lejana levantó un edificio palaciego y una iglesia que un riachuelo cercano derribó en parte. En todo momento esta madre nodriza dio toda su riqueza a los que hasta ella se acercaron. Abasteció de agua a los habitantes que se arremolinan a sus pies, movió las piedras de los molinos, llenó lavaderos y abrevaderos. En sus pozos de nieve almacenó el hielo que necesitaban los cercanos puertos pesqueros, de sus minas se extrajo hierro y carbón y las canteras todavía socavan las laderas en busca de caliza. En sus entrañas se encendieron hornos de cal y en su epidermis aún es posible contemplar las huellas de tendidos ferroviarios y planos inclinados para transportar minerales. En torno a los escasos asentamientos humanos que todavía perviven se pueden ver explotaciones agropecuarias y repoblaciones forestales donde predomina el monocultivo del eucalipto, roto a veces por los costurones de diferentes tendidos eléctricos que hacen las veces de cortafuegos de un bosque que no llega a serlo del todo. A lo largo del monte los militares cavaron trincheras, construyeron casamatas, allanaron campos de tiro y levantaron monumentos que dan fe de un conflicto cercano.

A pesar de esta caja de regalos con que el monte obsequia a quienes en él se adentran, el Naranco todavía puede ofrecer más sorpresas. Víctor Montes es un jubilado de la marina mercante que recorre a diario sus rincones más secretos. Un día no muy lejano un vecino le habló de un edificio militar que la maleza había sepultado. Desbrozó sus paredes para dejar visible un cuartel que nadie había registrado, a pesar de la fortaleza de unos muros que levantan un torreón, una capilla, unas caballerizas y muchos metros cuadrados. Así lo describe el estudioso José Luis García López de Vallado en «Restos históricos y etnográficos en el Naranco»: «Hoy está al borde de una inmensa cantera escalonada en varios niveles que se hunde en un verdadero abismo. Al cuartel le faltan pisos y cubierta, pero las paredes en pie, con alguna sillería y lo más en mampostería, están construidas con una hermosa caliza clara que procedería de las pequeñas canteras que había en la zona al tiempo de la construcción, de las que por entonces también se sacaba piedra para edificios de Oviedo. Tenía un piso bajo, un principal y probablemente un sótano, con cuadras para caballos en este sótano o en cobertizos adosados a la fachada larga vuelta al oeste. La planta tiene forma de T. Parece que en tiempos de su construcción se empezó a hacer una carretera que llevase al cuartel, pero tal vez no se terminó por completo; en todo caso, el cuartel se alcanzaba fácilmente por la caja, ya entonces abandonada y sin railes, del trenecillo minero de Villapérez. Hoy ése es uno de los posibles accesos.” Este autor sigue escribiendo que fue construido en 1915 por el general Bernardo Álvarez del Manzano para ser usado como campo de tiro hasta 1919.

¿Cómo es posible que esta construcción tan bien elaborada haya permanecido en el anonimato?
Las respuestas son variopintas. Una hunde sus raíces en la época napoleónica, los defensores patrios deseaban defender desde este cuartel el cercano puente de Cayés sobre el Nora. Sería matar moscas a cañonazos porque el río por esta parte es fácilmente vadeable. Otra respuesta, también legendaria, es la que atribuye su construcción a las tropas carlistas. Los defensores de esta causa se olvidan de que los carlistas guerreaban con táctica de guerrillas por lo que nunca construyeron un cuartel. Víctor Montes considera que fue un cuartel de caballería del XIX llamado Nuestra Señora del Rosario. Esta propuesta es difícilmente defendible por su ubicación, un lugar abrupto en pleno bosque, sin pastizales cerca para los animales. Una respuesta más reciente es la que atribuye su construcción a principios del siglo XX, cuando el gobernador militar Bernardo Álvarez del Manzano tuvo que enfrentarse a graves disturbios sociales en 1916 con la proliferación de huelgas. Pero para reprimir estos conflictos obreros la Autoridad disponía del 10º Grupo del Cuerpo de Seguridad y Asalto (con más de 700 hombres) en el cuartel de Santa Clara y el de Don Pelayo, así como el Ejército acantonado en los cuarteles de El Milán. En situaciones más comprometidas, como en octubre del 34, trajeron hasta tropas africanas al mando de un general casado en Oviedo, pero ningún documento cita que un cuartel de caballería emboscado en la falda norte del Naranco hubiera intervenido en el enfrentamiento. Y por último, la respuesta más chocante es la que dice que el cuartel se levantó para los soldados de cuota, una ley vigente entre 1912 y 1940 por la que los soldados con posibles pagaban una cantidad de dinero por reducir su prestación militar al tiempo que escogían acuartelamiento. De esta manera, los hijos de los ricos ovetenses evitaban ir a la guerra de Marruecos y otros destinos lejanos.

Creo que la realidad es otra. El cuartel hay que relacionarlo con la Fábrica de Armas de la Vega, que empieza a construirse a partir de 1857 hasta casi un siglo después. Es norma que dentro de las instalaciones militares de este tipo no haya polvorines por el riesgo que conlleva para la Fábrica en su conjunto. También entra dentro de las normas militares que los polvorines estuvieran ubicados en un lugar aislado y a ser posible secreto para protegerlo de un posible ataque enemigo. Estos requisitos los cumple el cuartel del Naranco. Las caballerizas que todavía se pueden observar serían para estabular a los animales de carga y tiro que tenían que transportar la mercancía. Debemos olvidarnos de la idea de que estos animales se usasen en batalla porque la aparición de las modernas armas de fuego supone el fin del empleo de caballos en el frente.
Por estas razones, parece que el llamado cuartel de Llugarín, un establecimiento militar aislado y sin noticias documentadas, tuvo que ser el polvorín de la Fábrica de Armas. De ahí, que haya permanecido en el mayor de los secretos, invadido por la vegetación hasta que las manos de un jubilado, de Víctor Montes, lo sacaron a la luz.
Hoy el peligro es la vecina cantera de piedra de Arcelor-Mittal, que cualquier día puede acabar con las piedras que conforman el edificio, sacadas de una cantera cercana, Sería una terrible paradoja que alguien tiene que frenar.
Excelente artículo Armando.
Lo he recorrido varias veces y siempre me pregunté su historia.
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