Por los confines de la tierra (en BTT)

Aunque la denominación Costa da Morte es relativamente reciente (del siglo pasado), los datos nos dicen que en este tramo costero se concentra la mayor cantidad de naufragios documentados en el mundo. Desde que una tormenta en 1596 hundiera veinticinco barcos de la Armada Española frente a Finisterre con 1.706 muertos hasta el desastre ecológico del petrolero Prestige (en 2002), muchas embarcaciones de todo tipo probaron la peligrosidad de esta zona que para los romanos significaba el fin de la tierra conocida.

Mucho antes, la cultura magalítica ya había elevado unas señales indicativas o rituales que se cristianizaron en ermitas o iglesias (san Adrián en Malpica, Virgen de la Barca en Muxía). Posteriormente, se construyeron los faros que guiaban con más seguridad la navegación, como el de cabo Vilán (en Camariñas), el primer faro eléctrico de España.

La Barca (Muxía)

Para conocer estas tierras periféricas, seis ciclistas emprendimos una aventura de 460 km en siete etapas a mediados de agosto de 2019.  Partimos de Betanzos después de coger fuerzas con la comida de su famosa tortilla. Nuestro proyecto era realizar un viaje por las sendas más cercanas al mar, lo que significa ciclar por caminos boscosos, casi cerrados por una vegetación hostil, como los bosques de tojos, zarzas y helechos, crecidos y fuertes por la fuerza de los vientos atlánticos. También pisamos la suave y pegajosa arena de playas interminables en las que solo ocupaban gaviotas o surferos.

Con la ayuda de mapas electrónicos de excelente precisión subimos a los parques eólicos que aprovechan la fuerza de los vientos que se arrastran sobre la superficie marina, nos colgamos de caminos trazados sobre acantilados por pescadores de caña,  pasamos al lado de cementerios, como el Cementerio Inglés, que supuestamente acoge a los 172 marineros ingleses del HMS Serpent, naufragado en 1880.

También pasamos por museos extraños, como el del Alemán en Camelle, que honra al eremita que vivió la mayor parte de su vida en una soledad incomprendida por sus vecinos, aunque agradecida por una naturaleza que siempre respetó. Conocimos la iglesia parroquial de Bergondo (en la ría de Betanzos) que, según nos dijo el cura, es el único ayuntamiento de España que no tiene un núcleo urbano debido a su ruralidad. Presenciamos comportamientos animales insólitos, como la pareja de zorros que van a jugar al escondite todas las noches con un perro pastor alemán entre las rocas de la playa de Malpica, o como el perro de Muxía que, muerto su dueño, se coloca con la buena educación recibida a la espera de algún hueso al lado de los comensales que comen el churrasco que elabora el parrillero en la calle, al abrigo de un balcón y de una cabina de teléfonos. Lejos de la fidelidad que se le supone a un perro, cambia de mesa y de mimos cuando a los clientes se les terminan los huesos.

La ruta costera nos lleva por lugares paradisiacos de bosques, arenales, marismas y dunas, y también por la pestilencia de plantas de tratamientos de residuos y una fábrica de subproductos alimentarios, pero quizá lo que más caracteriza a la Costa da Morte sean los dos elementos que simbolizan el límite que cose la tierra con el mar. Uno de estos elementos son los faros, las torres que desde tierra guían con su luz el rumbo de las navegaciones. Todos impresionan, desde el más histórico (Torre de Hércules, el faro más antiguo del mundo aún en funcionamiento, hermanado desde 2008 con la Estatua de la Libertad) hasta el más visitado (faro de Finisterre), o los ubicados en islas (el de las islas Sisardas, al lado de Malpica, o en las islas Lobeiras, en la ría de Corcubión). Otro elemento que caracteriza la Costa da Morte son los puertos pesqueros, siempre al resguardo de los temporales, que, con el tiempo, llegaron a constituir núcleos urbanos pintorescos.

La llegada a Finisterre constituye un hecho especial, no solo por la asombrosa etimología del nombre, por la ubicación o por el paisaje. Es el punto más meridional de la Costa da Morte y el fin del llamado Camiño dos Faros. La ruta en BTT desde Betanzos hasta aquí es ciclable en su totalidad, aunque hay zonas abandonadas que una vegetación feraz cierra el paso. A esta condición de abandono contribuye el escaso uso (incluso en agosto), a pesar de la campaña de promoción turística por parte de la Administración.

faro de Finisterre

La situación cambia radicalmente en el Camino de Santiago que comunica la catedral del Apóstol con Finisterre. Nos dicen que este tramo constituye la novedad más relevante del Camino en esta última década. Este aumento turístico se nota sobre todo en Finisterre, con la abundancia y variedad de alojamientos, donde hasta es posible encontrar un albergue para peregrinos húngaros. Constituye un tramo del Camino muy peculiar porque es de doble sentido, la mayoría de los peregrinos ya visitaron Santiago y prorrogan el viaje hasta los confines de la tierra. Otros optamos por empezar el Camino desde Fisterra o desde la cercana Muxía. Es un tramo muy concurrido por peregrinos a pie o en bici, la mayoría de ellas con ayuda de motor eléctrico.

La llegada a Santiago por esta vía es muy agradecida porque la primera vista que tiene el viajero, después de la fuerte subida desde la costa,  es la fachada de la catedral sobre la ciudad que va a acogerlo.

A Compostela solo llegamos cinco

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