El paso de un tacaño por Egipto

Quizás lo que les voy a contar no sea más que una historia que ocurrió de verdad, por eso les ruego que no se la crean del todo.

Desde el primer momento el viajero observa que los egipcios tienen un punto de parlanchines y algo de voceras, una mezcla del hedonismo mediterráneo, de la fragancia ribereña del Nilo y la reposada sabiduría de los que dirigen las caravanas por el desierto.

En el país en el que los escribas ocuparon una parte alta en la pirámide social, es fácilmente entendible que la palabra que ellos documentaban estuviera al mismo nivel jerárquico.

En la actualidad, la palabra sigue teniendo una importancia faraónica, sobre todo en las zonas que tienen contacto con el turismo. En muy poco tiempo han desarrollado el finísimo olfato de obtener dinero del turista en la calle y en todo tipo de espacios, cerrados o abiertos. Al primer golpe de ojo son capaces de detectar la nacionalidad y la lengua que emplea el visitante. Pocas veces fallan, y el error se corrige con prontitud. El segundo paso consiste en buscar la presa más débil o la parte en la que la coraza del turista sea más vulnerable. Y el tercer paso es el uso de la palabra, de mi lengua. La gacela en esos momentos se puede sentir acorralada y solo le queda la opción de huir, pero hacia dónde, ¿hay acaso algún lugar seguro? En la búsqueda de un cielo protector no valen las disculpas. Si el precio parece alto, se baja con el regateo. La falta de tiempo se arregla con la rapidez del negocio, sin papeles ni facturas, sin agobios, como dicen ellos. En ese brevísimo instante de indefensión y de incertidumbre es cuando el vendedor saca a relucir todo su repertorio de habilidades. En los oídos de la presa coloca las palabras más simpáticas, aduladoras, chistosas, los gestos de un acróbata del artificio. Cualquier respuesta les vale porque esa presa queda marcada durante toda la jornada, a la vuelta dicen porque hay que volver a pasar por el mismo túnel de las tiendas, y la presa marcada deja un olor inconfundible para el rastreador, a pesar de la multitud.

En esta operación de supervivencia participa todo el que tiene contacto con el turismo, también los miembros de la policía turística, el cuerpo con el que el gobierno quiere ofrecer seguridad y confianza a los visitantes. Para recibir la porción de propinas que creen merecer, hacen todo tipo de favores, como dejarse fotografiar con el brazo sobre su hombro y la metralleta entre ambos, o sentarse sobre sus coches oficiales o al lado de las tanquetas.

tierras nubias

Muchas son las expresiones con las que quieren llamar nuestra atención, casi todas populares y simpáticas, aunque algunas escuecen, como la vez que me llamaron tacaño. Y quizás en el fondo no seamos más que eso, unos tacaños que pasan por sus vidas sin consumir la infinidad de productos que nos ofrecen los guardianes del paraíso.

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