Fue ayer, hace medio siglo, cuando los tripulantes de la cápsula espacial Apolo XIII lanzaron esta angustiosa afirmación: Houston, tenemos un problema.
Los tres astronautas de la NASA que navegaban aislados en un minúsculo habitáculo se estaban quedando sin oxígeno en unas circunstancias muy adversas. Como se sabe, la historia terminó satisfactoriamente con el amerizaje de los astronautas en el Pacífico.
A pesar de los problemas, hubo un final feliz.
Hace hoy 59 años, el 12 de abril de 1961, el astronauta ruso Yuri Gagarin fue el primer humano en dar un paseo por el espacio sideral en la nave Vostok 1. El paseo espacial duró cerca de dos horas y la llegada al planeta no fue en el sitio indicado sino en una llanura cercana al río Volga. La entrada en la atmósfera terrestre encendió todas las alarmas y desvió la órbita haciendo peligrar la vida del astronauta.
La caída de aquel artefacto tan extraño suspendido en un paracaídas no pasó desapercibido para los escasos campesino que vivían en aquellas tierras olvidadas. Fue la campesina más intrépida, acompañada de su nieta, la que tuvo el valor de acercarse a aquello que acaba de llegar misteriosamente del cielo. La conversación entre la incrédula campesina y el aturdido astronauta no debió de ser muy elocuente hasta que Gagarin le dio un vuelco al encuentro, le ofreció a la niña una tableta de chocolate que llevaba en su suministro alimenticio. Cuando probaron el chocolate, un alimento impensable por aquellos lugares, las dos mujeres sintieron en su cuerpo que la historia tenía un final feliz.
Hoy, millones de habitantes del planeta Tierra también tenemos un grave problema de supervivencia. Además, no contamos con una base a la que llamar para que nos solucionen el problema. La pandemia producida por el coronavirus ya dio su vuelta alrededor del planeta dejando un rastro de muertos. Estados Unidos acaba de superar los veinte mil muertos, con lo que se pone por delante de Italia en esta fatídica carrera. España está próxima a estas cifras tan escalofriantes, aunque parece que la curva de la muerte empieza a aplanarse. Incertidumbre.
Mientras los cascos del virus siguen al galope sobre la superficie de nuestro planeta desolado, el mes de abril tiene un comportamiento normal, totalmente ajeno a la anomalía vírica entre los humanos. Después de un invierno anormalmente seco y cálido, abril viene primaveral, con lluvias mil y un sol generoso que nos recuerda tras las ventanas del confinamiento que el mundo sigue girando ajeno a nuestras desgracias.
Que así sea.
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