Dijon, capital de Borgoña

En su época, el ducado de Borgoña fue mucho. Su poder llegó hasta Los Países Bajos y algo de su influencia nos alcanzó porque la cruz de Borgoña sobre fondo blanco fue la bandera de España desde 1506 con el matrimonio de Juana la Loca y Felipe el Hermoso hasta comienzos del XIX, y todavía es el símbolo de movimientos tradicionalistas, como los carlistas. Actualmente pervive en la cola de los aviones militares, la Guardia Civil y el ejército de Tierra.

Bandera con la cruz de Borgoña

En el aspecto religioso, la abadía borgoñona de Cluny, fundada en el siglo X, exhibió tal poder que desafió al papa de Roma. Durante la alta Edad Media extendió sus tentáculos por toda Europa con más de 2.000 conventos con la consigna de “ora et labora”.

Uno de los pilares de su economía actual es el bodeguero con uno de los vinos más prestigiosos de Francia, elaborado fundamentalmente con la uva pinot noir, que distribuye en las inconfundibles botellas borgoñonas. También es conocido el vino Beaujolais, fermentado mediante maceración carbónica, lo que explica la rapidez en su elaboración. La fama de este vino hace que se distribuye mundialmente el tercer jueves de noviembre.  También tiene en la Borgoña su patria una de las vacas más conocidas. De color blanquecino, la vaca charolesa está considerada como una de las mejores razas productoras de carne.

Botella borgoñona

Dijon, la capital de Borgoña, no pasa por ser un sitio especialmente turístico. Situada entre París y Lyon, su patrimonio artístico puede quedar eclipsado por esos dos soles, pero la ciudad borgoñona es como una lechuza, su símbolo municipal, que es la reina de la oscuridad y de la sabiduría. Sin grandes alardes, silenciosa entre el arbolado de sus calles, llegó a levantar dentro de sus muros cien campanarios con unas agujas tan punzantes que eran capaces de amenazar a la mismísima esfera celestial, intensa como el sabor de la mostaza que condimenta sus platos, dolorosa como las relaciones que tuvo con Gustavo Eiffel, uno de sus paisanos al que no le reconocieron el talento que tuvo que demostrar en otros lugares.

Así de compleja es esta zona en el corazón de Francia, pasional y punzante, colorista como sus tejados y sabia como una lechuza.

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