Miss New York

Una de obsesiones del ser humano es llegar a lo más alto. Forma parte de nuestra curiosidad, comprobar lo que ve desde esa altura. Para conseguirlo construimos torres con lo mejor de nuestro ingenio.

Este propósito tan singular ya aparece en la Biblia, cuando la furia de Yahvé reprime esa osadía humana con la confusión de las lenguas para que no pudiéramos conseguir nuestro propósito. Los faraones también levantaron obeliscos y pirámides dentro de las creencias funerarias del más allá.  Los incas fueron un poco más lejos y construyeron el complejo de Machu Pichu con la idea de residir permanentemente lo más cerca posible del cielo.

La arquitectura siempre tuvo esa fijación de llegar más alto. Primero, al servicio de los intereses religiosos, con los estilos románico y gótico, después, ya dentro del mundo laico. En las postrimerías del siglo XIX el ingeniero francés Eiffel levanta la torre de los 300 metros, que reinó durante 41 años. En el siglo XX esta obsesión cruza el charco y va a ser la ciudad de Nueva York la que asombra al mundo con el prodigio de sus rascacielos. El capital industrial y financiero necesita publicidad y un buen reclamo es la exhibición de un ingenio arquitectónico. Así, la empresa automovilística Chrysler levanta en Manhattan la torre más alta del momento, pero solo durante unos meses porque su competidora comercial, la General Motors, hizo lo propio con el Empire State Building, los nuevos símbolos del capitalismo, tan vulnerables como las Torres Gemelas, tan vulnerables como la propia ciudad de Nueva York, el escaparate donde nos vemos reflejados los consumidores.   

En efecto, Nueva York, a pesar de esa imagen de éxito financiero y de rascacielos interminables que está vendiendo al resto del planeta, es un gigante con los pies de barro, el barro de sus aguas residuales que son imposibles de gestionar con las tormentas, como la Sandy en 2012, que colapsó totalmente la urbe. Además de sus productos financieros que exporta a medio mundo, Nueva York produce 1.200 millones toneladas diarias de aguas fecales que exporta a la sureña Alabama, tierra pobre y habitada fundamentalmente por afrodescendientes. Con la cultura de “usar y tirar” la ciudad produce diariamente 7.000 toneladas de basura, que depositó durante años en la cercana Fresh Kills, un vertedero visible desde el espacio. Actualmente, cambió de ubicación, pero las ratas ya asoman su hocico por las alcantarillas.

Su estilo de vida de despilfarro, muy lejos del principio básico de la sostenibilidad del medio ambiente, con el abuso de la corriente eléctrica en la iluminación, aire acondicionado, ascensores, bombas de agua para subir el agua a los pisos superiores, etc., está acelerando el cambio climático que va a inundar sus calles con la subida del nivel del mar.

La noche neoyorquina con el Empire State Building

Manhattan es una isla aplanada artificialmente para poder ser urbanizada y con terrenos ganados al mar para aumentar las zonas construidas. En algunos puntos la superficie está a menos de medio metro sobre el nivel del mar que, como ya avisó la tormenta Sandy, puede llevarse por delante los cimientos de los rascacielos donde se sientan los consejos de administración de las empresas que niegan el cambio climático ocasionado por el ser humano.

Será entonces cuando los tacones de aguja de la estilizada miss New York, moderna y consumista, con la diadema clavada de rascacielos, hundan su verticalidad en el fango de aguas fecales y fardos de basura a punto de ser exportados.

En ese caso solo se salvarán las partes más altas, como los cementerios Calvary, en Queens, o el de Woodlawn, en Bronx, y NY se habrá convertido en la ciudad de los muertos.

3 comentarios sobre “Miss New York

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  1. Iba a proponerte otra entrada con un cambio «n’el entamu». En lugar de partir de la obsesión de llegar a lo más alto para ver, llegar para que nos vean. Pero igual vale esta también. ¡Salud, amigo!

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