A lo largo de la historia los humanos siempre mantuvimos una distancia de respeto con las montañas que tenemos al alcance de la vista. Nos sirven de referencia, pero pocas veces nos acercamos a ellas porque en el fondo las consideramos espacios inútiles, inhóspitos y estériles.
A pesar de ello, hay tres momentos que marcan algún tipo de relación. En la antigüedad clásica, los dioses vivían en lo alto del monte Olimpo, alejados de la condición humana y entretenidos por las musas. Sería esta una relación mitológica, de admiración religiosa por lo superior e inaccesible.
Otro tipo de relación se va producir el 26 de abril de 1336 cuando el poeta italiano Francesco Petrarca asciende al Mont Ventoux en los Alpes franceses. Escribe que desde la cumbre no vio más que nubes pero poco importa eso porque el paisaje ya lo llevaba grabado en su cabeza con las lecturas del poeta latino Horacio, y es ese paisaje fantástico, libresco, el que va a transmitir el padre del Renacimiento por toda Europa a lo largo de varios siglos, una visión humanista en la que una anécdota biográfica se convierte en una alegoría de la vida humana como camino de perfección.
Aunque a Petrarca se le considera el padre literario del montañismo, hay que esperar a los primeros años del siglo XX para que comience la verdadera carrera por la conquista de las más altas cumbres del mundo. En España ese hecho se produce el 5 de agosto de 1904 con la conquista del pico Urriellu o Naranjo de Bulnes. Los montañeros extranjeros estaban llegando los primeros a las cimas más señeras de las montañas españolas, como la cercana Torrecerredo en Picos de Europa. Pedro Pidal, marqués de Villaviciosa, quiso romper esta inercia y en compañía del pastor de cabras llamado el Cainejo ascienden a la cumbre más emblemática del alpinismo español, el Naranjo de Bulnes. Es una relación física en la que los pies desnudos del Cainejo y las manos entrenadas del marqués treparon por la pared anaranjada de la montaña que no se había dejado pisar hasta ese momento. Con ellos nació la escalada en España.

Ese contacto tan íntimo con la naturaleza impulsó al marqués pocos años después a conseguir que las montañas que tan bien conocía fueran declaradas como el primer Parque Natural de España. Había conocido los parques nacionales de Yosemite y Yellowstone estadounidenses y pudo introducir este modelo de conservación de la naturaleza en nuestro país.
En un alto del Parque Natural en la Montaña de Covadonga (hoy llamado Parque Natural de los Picos de Europa) descansa el cuerpo del padre del alpinismo español. Es el mirador de Ordiales, uno de esos lugares mágicos en los que el ser humano se siente diminuto ante una naturaleza desbordante que debe proteger porque forma parte de nuestra cultura.
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