El Taurobolio en Santalla de Bóveda

Muy cerca de Lugo, el Lucus Augusti que los romanos protegieron con la única muralla que se conserva íntegra en la actualidad, y al lado de la Vía XIX, que unía las tres capitales de convento de la antigua provincia romana de Gallaecia (Astorga, Lugo y Braga) se esconde el recinto religioso de Santalla de Bóveda.

El entorno ya nos hace sospechar de la magia del lugar. Van desapareciendo los sempiternos eucaliptos y pinos de la reforestación para dejar espacio a las «fragas de carballeiras» con muros de piedra dispuesta de una forma muy original. Cerca nos queda también el río Miño, que nace más arriba, en Meira, un topónimo que es el resultado de un adjetivo latino que significaba (agua) “limpia, transparente” con una diptongación en la vocal tónica latina que en otros dominios lingüísticos realiza de otra manera en Mier o Mieres o no diptonga (Mera, Meres). Efectivamente, este río fluye limpio y apacible hasta que se junta con el Sil, más caudaloso y largo (El Sil lleva el agua y el Miño la fama, dice el dicho), pero menos apacible porque de él extrajeron los romanos toneladas de oro mediante la técnica de “ruina montium”, como en Las Médulas bercianas.

Para acceder al recinto religioso hay que bajar unas escaleras y entrar bajo el único arco de herradura anterior al nacimiento de Mahoma que posteriormente adoptarían los visigodos. El centro de la cripta lo ocupa una piscina rectangular con agua permanente renovada que capta de las aguas freáticas. A su lado, columnas, y en lo alto una bóveda de cañón con pinturas de motivos vegetales y de aves.  La parte superior desapareció con la cristianización del lugar, pero se supone que debía de albergar el Taurobolio, una estancia en la que se seguía el rito de degollar al toro. La sangre del animal, símbolo de fuerza, caía por un orificio a la piscina de la cripta sobre el cuerpo del que quería adquirir los dones del animal. Posteriormente un sacerdote de la diosa Cibeles o Mitra bajaba por unas escaleras interiores con los órganos sexuales del toro para depositarlos en una hornacina, cerca de los discípulos.

Piscina en la cripta con columnas y bóveda de cañón dibujada con motivos florales, geométricos y de aves

En los bajorrelieves del exterior de la cripta se representa a la diosa con sus atributos, la fuerza fertilizadora de la naturaleza salvaje y el poder sanador. En otro nivel un grupo de danzantes sostienen guirnaldas y en otro grupo advertimos la presencia de dos personas discapacitadas. Es probable que este grupo de personas sería el grueso de los fieles que solicitaban una ayuda a la diosa en el ritual que los griegos trajeron de oriente.

Las ceremonias rituales de estas propiedades sanadoras que propiciaba la diosa Cibeles cesaron con la llegada al poder del Cristianismo que, como creencia monoteísta, arrasó con estas prácticas de magia curativa que se pierden en la noche de los tiempos.   Aunque hay que reconocer que de aquellos polvos nos quedan ahora mismo (siglo XXI) los lodos de Lourdes y otros centros milagreros de la cristiandad, lugares de culto de la energía sanadora y fertilizante.

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