Hay tierras que es necesario nombrarlas en plural para indicar su complejidad, con unos límites, a veces, difíciles de definir. Suelen ser territorios fronterizos, altos, escarpados, casi inhóspitos.
Las Batuecas es un valle en el sur de la provincia de Salamanca que se puebla en torno al río Batuecas que desemboca en el Ladrillar o Malo en la alquería de Las Mestas hurdanas (norte de Cáceres). Un ejemplo de cómo están cosidas estas dos tierras. Otro ejemplo es la dependencia económica. La prosperidad de Las Batuecas queda reflejada en los dinteles labrados de las puertas solariegas de sus dos villas más importantes, Mogarraz y La Alberca, con una arquitectura peculiar por la que forman parte del selecto club de los pueblos más bonitos de España. Por el contrario, la escarpada orografía de Las Hurdes pone muchas trabas al asentamiento humano, que tiene que malvivir en unas casas que cuelgan en las laderas de los montes.
Según Miguel de Unamuno, ambas zonas constituyen la línea divisoria que separa las tierras norteñas del castaño de las meridionales del olivo.
Las principales civilizaciones que a lo largo de los tiempos se ubicaron en España (romanos, visigodos y árabes) no se fijaron en Las Hurdes, una tierra arisca y pizarrosa en la que solo crecían los matorrales. Fue en la segunda mitad del siglo XX cuando algunos fieles de la teoría del reformista Joaquín Costa que dice: «A menos árboles más torrentes, a más torrentes menos manantiales, esta es la cadena«, emprendieron uno de los planes de reforestación más ambiciosos del desarrollismo con la plantación de 40.000 hectáreas de pinar maderable. La escasa agricultura se logró a base de escalonar el desnivel con bancales donde crecen unos pocos olivos y algún cerezo, aunque de vez en cuando se pueden ver colmenas, propiedad de gentes de La Alberca y gobernadas por los extremeños que en los meses cálidos tienen que emigrar con las abejas a Las Batuecas y otros sitios limítrofes en busca de alimento.
Los elementos de la construcción en Las Batuecas se fundamentan en el granito para las paredes, teja en el cubrimiento y madera para todo lo demás. En Las Hurdes predominan las pizarras con las que construyen unos poblados donde se amontonan las casas que parecen huir de la soledad.

No se puede decir con exactitud que estas zonas sean las más pobres de España, pero fue ese paisaje de miseria y soledad lo que llamó la atención a diferentes personajes. Ya Lope de Vega se fijó en ellas al escribir “Las Batuecas del duque de Alba”. En el Siglo de las Luces la condesa francesa Madame de Genlis concentra en esta comarca su mentalidad rousseauniana para escribir «Les Battuécas» donde la protagonista representa al buen salvaje en una naturaleza arcádica. Tampoco pasaron desapercibidas para la estética de los románticos, adalides de paisajes fantasmagóricos y lejanos, así Juan Eugenio Hartzenbusch escribió una comedia de magia titulada «Las Batuecas». A principios del siglo XX, en 1904, el escritor extremeño Gabriel y Galán también subraya la miseria en “La Jurdana”. Más adelante, el conocido gusto de la Generación de 98 por los paisajes de la España interior también se detuvo en estos territorios y es Miguel de Unamuno, el escritor más viajero, el que visita estas zonas en 1914, tal como quedan reflejadas en el libro «Andanzas y visiones españolas», publicado en 1922. Pero la parte más deprimida de Las Hurdes llegó a los periódicos y a la sociedad con la visita que realizó Alfonso XIII hace cien años, lo que provocó una encendida reflexión nacional acerca del estado de la sociedad española en aquel momento. Valle Inclán publica ese mismo año «¿Para cuándo son las relaciones diplomáticas?«, una pequeña obra teatral ambientada en Las Hurdes. Aunque la visión más cruel y desgarradora la ofrece el cortometraje de Luis Buñuel “Las Hurdes, tierra sin pan” estrenado en 1933, donde los hurdanos quedan reflejados como deformes y cretinos debido a la endogamia y a la miseria en la que malviven. Es la España negra y tremendista de los que no conocen el pan ni el arado. Tal es el impacto en la sociedad al ver las imágenes donde niños, cerdos y mosquitos beben de las mismas aguas palúdicas que discurren por el suelo que la propia República española tuvo que prohibir su exhibición, lo mismo que la francesa.

Actualmente, Las Hurdes tienen un paisaje arbolado en el que tímidamente empiezan a aparecer manchas de olivar allí donde se talan los pinos. El antiguo Camino Morisco que partía Las Hurdes en dos se ha modernizado en la carretera autonómica, la EX-204, y es a su vera donde se asientan los poblados con más habitantes. Más alejadas, en Las Hurdes Altas, limítrofes con Las Batuecas y la sierra de Gata, la naturaleza sigue siendo la reina de un paisaje donde se hunden los ríos Hurdano, Ladrillar o Malo, Esperabán y Los Ángeles. Una zona donde todavía se come el limón jurdano, el plato más característico y consistente de esta tierra arisca e ingrata en la que llama la atención el feísmo en la nueva construcción. La explicación nos la dio una vecina de Ovejuela: durante generaciones malvivieron en casas minúsculas sin ventanas ni chimeneas, en un hueco que era alcoba, cocina y establo. En el centro de la alquería, una empinada callejuela funcionaba como tubo digestivo por el que discurría todo lo que alimenta y lo que el cuerpo rechaza. Cuando estas gentes llegan con dinero de la emigración construyen la casa más grande en el sitio más llano. La necesidad pudo con la estética en esta tierra dura y extrema de Extremadura.
Un viaje bien aprovechado. Excelente narración.
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Qué entrada más interesante! , me ha gustado mucho , la descripción y también la cantidad de alusiones a lo que se ha escrito y filmado sobre estas tierras. Como siempre, una mirada muy personal sobre el entorno. Mis felicitaciones.
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